Controversia en torno al tratamiento del TDAH
Hay autores sobre el tratamiento del denominado
trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) que se preguntan
si quizá se está diagnosticando
en exceso y si, por tanto, se está sobremedicando a toda una generación. Esta es
una duda justificada y preocupante, que confrontan varios autores.
La
confrontación se basa en los siguientes argumentos:
ü La sospecha de que el trastorno está
sobrediagnosticado
ü El tratamiento se basaba en
observaciones comportamentales en lugar de pruebas de laboratorio
ü El diagnóstico y tratamiento pueden
utilizarse como herramientas de control en niños intransigentes ante exigencias
disciplinarias
ü Las diferencias neurológicas en
pacientes con TDAH pueden no ser patológicas
ü Etiquetar al niño como enfermo puede
ser contraproducente para su autoestima y para sus relaciones interpersonales
ü Para el tratamiento se prescriben
drogas anfetamínicas (como la dexanfetamina, o el metilfenidato). Estos
fármacos prescritos provocan los mismos efectos secundarios que la cocaína y la
anfetamina, por lo que pueden desembocar en el deterioro de la salud infantil.
El diagnóstico del TDAH parte del modelo fisiopatológico (predominante en
los EE.UU.) que postula que la falta de atención, la impulsividad y la
hiperactividad constituyen una enfermedad. Ahora bien, la concepción del
trastorno es distinta si se considera según el modelo psicopatológico, que
contempla el funcionamiento psíquico y neurofisiológico como un todo organizado
(una estructura), en el que tanto una alteración orgánica como un conflicto
psíquico provocan un reajuste general del cerebro para mantener en lo posible
la unidad y la cohesión del organismo, su adaptación y su reproducción. Diversos
autores destacan la importancia de los factores relacionales en la aparición
del TDAH en la infancia, especialmente las alteraciones de la dinámica
familiar, ya sea por enfermedad o ausencia de los padres, o por los cambios
sociales y culturales que no ayudan a sostener el deseo de maternidad ni
protegen la relación madre-bebé. Hoy día, muchos progenitores se encuentran
inseguros con respecto a su papel en la crianza de los hijos y con frecuencia
no consiguen sostener la vida emocional del bebé, dar calma y sentido a sus
expresiones de malestar.
El TDAH puede pensarse como un conjunto de manifestaciones sintomáticas
de un conflicto interno del niño o de un déficit en la construcción del aparato
psíquico que, permitiría contener y dirigir a buen fin la tensión interna, los
impulsos y necesidades dirigidos a los otros. La conducta hiperactiva
desorganizada, que surge tempranamente en la vida del niño, es señal de fallos
en la estructuración del psiquismo; remite a vivencias que no han podido ser
integradas ya sea porque exceden las posibilidades mentales del niño en esa
etapa, ya sea porque en realidad se trata de carencias, es decir, de la
ausencia de ciertas experiencias necesarias para la organización del mundo de
las emociones y del pensamiento. Sea cual fuere la estructura que produce un
cuadro con hiperactividad y cualquiera que sea la forma que adopte esa
hiperactividad en el niño (o en el adulto) es siempre reflejo de un trastorno
del pensamiento como regulador de la vida instintiva y pulsional, de la
capacidad del psiquismo para tramitar los impulsos de forma adecuada, evitando
la descarga motriz. Es en el contexto de la relación intensamente afectiva
entre los padres y sus hijos pequeños donde se construye esa capacidad de
pensamiento y de tramitación de las emociones, los impulsos y los deseos.
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